El
Miracle dels Peixets
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Cuenta la tradición que, en el año 1348, el cura de Alboraya fue solicitado en Almácera para administrar el viático a un morisco converso llamado Hassam-Ardá; era el tiempo de las tormentas otoñales, cuando el Carraixet se había hecho fuerte con el caudal que recibía de los afluentes de la Sierra Calderona, arrasando cuanto encontraba a su paso. El sacerdote intentó cumplir su misión, ya que en aquella época el pueblo de Almácera dependía eclesiásticamente de Alboraya. ![]() Como no encontraba quién se ofreciera a acompañarlo
en tan desafortunado día, el mosén decidió salir
sólo para administrar los auxilios esperituales a su moribundo
feligrés. Cubierto con un largo manteo negro, debajo del cual
bien sujeta al cuello portaba una bolsa que contenía la pyxis
con tres Formas Consagradas, se colocó la teja en la cabeza
y emprendió el camino a pesar de las inclemencias del tiempo. ![]()
Mosaico
exterior ![]() ![]()
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Por los Dioses de los mares Y la Santísima Trinidad Que me entre el bien Y me salga el mal |
Por el Dios de los Aires De la Tierra y del Mar El hombre que yo quiero Me tiene que amar |
Por los tres Dioses juntos Que en lo alto están Las Gracias que pido Se me concederán. |
Es bien conocida en la comarca la histórica discusión existente entre los pueblos de Alboraya y Almácera en torno al milagro. Mientras que en Alboraya se cuenta el relato indicando que eran tres peces los que sacaron las sagradas formas con su boca, en Almácera siempre se habla de dos. Esto, que a cualquiera puede parecerle una nimiedad (y en realidad lo es) ha sido desde antaño motivo de cierta rivalidad y de algunas quimeras entre vecinos de las dos localidades. Cuentan los viejos del lugar que siempre hubo esa especie de "pique", característica harto conocida entre muchos pueblos limítrofes de toda la geografía española y máxime cuando se alimentaba el fuego de la discordia con temas como el milagro. Algún que otro joven del pueblo acudió a las orillas del Carraixet, liándose a pedradas con los de la otra orilla, actos que sin embargo estaban más cerca de constituir un peligroso juego que una hostilidad real, aunque no por ello justificables. Curiosamente, el milagro fue el acontecimiento que provocó o ayudó de alguna manera al nacimiento de Almácera como pueblo. Allá por el año 1348, cuando como sabemos aconteció el gran evento, lo que hoy es Almácera constituía una partida de Alboraya. El milagro propició el nacimiento de una Parroquia independiente de la de Alboraya, hecho que puede constatarse documentalmente si acudimos al número 84 del Registro de Colaciones de la Curia Episcopal Valentina (1349-1350), publicado en el Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura de abril/junio de 1991 y en el que se detalla que en abril de 1349, poco después de ocurrir el milagro, el obispo de Valencia ordena la investigación del pleito que sostenían los pueblos de Alboraya y Almácera. Más adelante, en el número 158 de este mismo registro, puede verse que el obispo encargó a la misma persona que realizó la comprobación oportuna que atendiera a la nueva iglesia creada en término de Alboraya, reconociendola como vicaría. Ya que se puede demostrar que el 14 de julio de 1349 ya existía una iglesia para los feligreses de Almácera (vinculada aún a la de Alboraya), hay que colocar el nacimiento de la misma, que se dedicó al Santísimo Sacramento, entre la fecha del milagro y ésta última. Los datos del milagro y sus acontecimientos posteriores más cercanos se conservaron por la arraigada tradición oral a ambas orillas del Carraixet, así como por la conservación de las reliquias más importantes: las arquetas y el Sagrado Cáliz. Todo esto se documentó más tarde en forma escrita e iconografías en ambos pueblos. Estos dos pueblos, ya diferenciados, también trataron de apropiarse de este hecho importante del milagro, ya que constituía algo trancendente que marcaba su idiosincrasia. Lo importante del milagro no es el número de
peces que participaron, sino el hecho teológico en sí
mismo, como remarcaba en su artículo publicado el "El Periódic
d'Alboraya" (número 67 julio/agosto 2001) el Párroco
de Alboraya, Don José Vicente Olmos Martínez. Todo lo
demás constituye un gesto humano de esfuerzo por diferenciarse,
por hacer suyo algo que en realidad nos une y nos diferencia al mismo
tiempo. |
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